yo soy ai

Y yo que decía nunca (Capítulo 2)


Aqui el segundo capítulo de esta emocionante historia, disfrútenlo
Clasificación: R-0‏ 


- Ya te dije mil veces que no puedo quedarme en Japón por mi trabajo.

Un hombre discutía con su hija dentro de un automóvil.

- Los Kamei son viejos amigos de la familia, además ellos tienen a una hija como de tu edad. Siempre alegaste de querías tener una hermana.

- Mamá no lo hubiese permitido. Una lágrima caía sobre la mejilla izquierda de la joven.

- Sabes que tu madre te amaba, igual que yo lo hago, pero ella ya no está y no existe otra forma de arreglar las cosas.

El vehículo se detiene delante de una casa no enorme, pero lo bastante grande para la joven que aún quitaba las lágrimas de sus  mejillas.  De la casa sale una mujer con una joven.

- Las estábamos esperando, pasen.

- Gracias pero voy apurado, preferiría dejar a mi hija e irme luego, mira que el avión no espera.  

- Oh que lástima, bueno que se le va a hacer, rápido no te quedes allí Eri ayuda al señor a sacar las cosas.

El hombre saca de la parte de atrás un par de maletas y una máquina de escribir, una maleta se la da a la joven y la otra más la máquina se la acerca a su hija.

- Se una buena hija sí, ya verás como pronto volveré a quedarme definitivamente contigo.

El hombre se despide de la mujer y la joven, vuelve la mirada hacia su hija no obtiene ninguna palabra de esta última y así sin más, parte en el auto con rumbo al aeropuerto.

- No te preocupes, volverá , soy la señora Kamei, nos mudamos hace poco con mi hija a esta casa y es que mi marido falleció un tiempo atrás y estamos intentando empezar de nuevo, tu padre me dijo que tu madre también falleció hace unos días.

 La madre se había fijado en la frialdad de la despedida, y la cara con lágrimas aún marcadas de la joven que sin decir una palabra sostenía la máquina de escribir entre sus dos manos.

- Sí, lo siento, soy Takahashi Ai.

- Que linda muchacha, por cierto ella es mi hija Kamei Eri, tiene casi tu edad, espero que no tengan problemas.

- Kamei Eri, mucho gusto.

Es mi idea o esta niña sonríe mucho, pensó Ai. – Mucho gusto-

- Bueno será mejor que entremos y te mostremos tu cuarto Ai, venga te ayudo con la maleta.

- Gracias.

La casa era hermosa y hogareña, invitaba a quedarse. Todas subieron al segundo piso guiadas por la señora Kamei. Ésta le enseñó su cuarto que al igual que la casa era cómoda y confortable, igual a la sonrisa de Eri quien orgullosamente dijo:

- Yo arreglé todas las cosas que fueron enviadas por tu padre, espero que te haya gustado. La forma medio infantil en que lo dijo, provocó una leve sonrisa en la cara de la recién llegada. Parecía que esa niña irradiaba alegría en todo momento. “Ojalá sea contagioso”, pensó. 

- Me gusta mucho, gracias.

- Bueno Ai-chan , dentro de seis días entrarás al Instituto Satoichi, inscribí a Eri en el mismo lugar, no queda muy lejos sólo como a unos 10 minutos caminando.

- No es genial, estaremos juntas.

- S..sí genial. El brazo de la recién llegada era zarandeado de un lado a otro por una tortuga bulliciosa, “realmente espero que sea contagiosa”.

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Los seis días pasaron muy rápidamente y Ai tenía razón, la alegría de la tortuga era contagiosa y la señora Kamei era una excelente persona. Ella le había contado como su padre y el señor Kamei habían sido grandes amigos en su época de instituto, pero que luego de que ambos se casaran con sus respectivas esposas se habían distanciado un poco, aunque de vez en cuando se reunían a recordar viejos tiempos, también le había contado que en esa misma época habían jurado que si alguno tenía problemas o muriera, el otro se haría cargo de los hijos del otro y que esa era la mayor razón por la que ella estaba aquí, cosa que a ella no le molestaba pues siempre había querido tener otro hijo, pero claro el trabajo de su marido hacia que muy pocas veces estuviera en la casa y ella también debía de atender los problemas en la empresa que en ese tiempo dirigía.

La pequeña Kamei también estaba feliz de tener a Ai con ellas, decía que ella era un tanto lenta, pero que su madre le había contado que Ai-chan era una excelente alumna, la mejor de su clase y que sin duda ahora sí que ya no tendría que sufrir más con los odiosos exámenes, pues estaba segurísima que su One-chan le ayudaría en todo, si señor su One-chan era la mejor del mundo. Ai sólo reía ante los comentarios de la tortuga, le encantaba que le llamara One-chan pero le entraba temor cuando la otra decía que le tendría que ayudar, y no es que no quisiera ayudarla pero como decirlo… en esos pocos días, Ai se había dado cuenta de que la inteligencia de Eri demostraba que el ser humano había evolucionado a tal nivel, que vivir ya no significaba un problema tan difícil como lo hubiese sido en épocas en que el primer hombre se quemó y conoció el poder del fuego, es decir si la Australopitecus Lucy aún viviera y Ai tuviera que elegir entre enseñarle cinética  a Lucy o Eri, elegiría definitivamente a Lucy.

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- Eri
- Sí, qué pasa.

- Entiendo que sea nuestro primer día en el instituto y que estés ansiosa por llegar pero, dos cosas.  La primera, el instituto queda a 10 minutos de la casa y considerando de que mi reloj no está atrasado “una hora” creo que vamos muy temprano, La segunda, no sé si te has fijado pero, el reglamento pide zapatos negros no chalas de casa y menos con diseños de tortuguitas.

- Ahhhhh, pero porque no me lo habías dicho antes, por eso sentía tanto frío en los pies, psss ahora sí que llegaremos tarde.

- Eri, estamos a la salida de la casa y repito nos queda UNA HORA para llegar, DUDO que lleguemos tarde. 

Definitivamente Ai adoraba a esa chica y estaba casi segura de que no podía existir nadie en el mundo que pudiese odiar a esa niña, temprano sintió como un remolino verde entró a su pieza, abrió las cortinas, tiró el cobertor, abrió la cómoda, tiró una toalla, tiro ropa interior, “que pretendes quedarte todo el día en la cama”, Ai se asustó, definitivamente se había quedado dormida, esa era la única razón que se le cruzaba por la cabeza al ver frente a ella a una Eri con todo el uniforme puesto, sin pensarlo dos veces se duchó y desayunó raudamente, fijándose en su reloj de muñeca sólo al salir de la casa que decía…. las siete de la mañana.  

- Bueno pero siempre es bueno llegar temprano, además uno nunca sabe que puede pasar en el camino.

- Eri.

- Sí?

- Las calcetas con diseños de tortuguitas tampoco están permitidas. 

2 comentarios:

Seryni dijo...

KAMEI!!! *O* jajaja es otro mundo XD

yaaa esto se pone interesante >o< que pasara despues!!!
D:
me gusto el cap n_n

reina.kawai dijo...

jajajaj eri es muy graciosa,se esta poniendo interesante el fic continualo por favor :)

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